domingo, 23 de octubre de 2016

SUZANNE FOSTER. DOG IN A CAR.











Coleccioné cucharas durante el verano de 2009.
Llené botas y el cajón de pantis.
Creí entender el destino de la humanidad
a través de su forma y desarrollo:
desde la edad de piedra hasta la posmodernidad.
La noche que fui a cenar sushi se me cayó la carpa
de la historia de occidente. 
El siguiente verano perteneció a los crucigramas.
Ante la duda escribía el nombre de un compuesto químico
o su abreviatura.
Nombre de la sexta vértebra: benzoato de sodio. 
La pareja del 206 discute con un megáfono. 
Un hombre en el pasillo de carnes frías me ofreció distintas drogas.
Jefe huno que en el 425 unió a las distintas tribus: C2oH25N3O.
Este verano comienza con un cortauñas con forma de olifante
y otro con mango de ámbar. 



[Dog in a car. Alex Colville.]

SUZANNE FOSTER. TRAVELER.








Agradezco a la familia de Suzanne Foster y a Oliver H. Inchaustegui por facilitarme la lectura y traducción de los poemas que aparecerán en el blog durante los siguientes días. La  mayoría están escritos al reverso de postales y de fotos. Ninguno está fechado pero ciertos indicios me permiten pensar que pertenecen a los últimos meses de vida de Foster. 






Martillo envuelto en papel crepé, regalo de pascua.
Mastico mi tarjeta de crédito con ella compré una tina.
¿Has escuchado el ruido del nylon al romperse?
Busco en el diccionario:
                                   el temblor de los músculos de una yegua,
                                    el olor de un artista al tragar un bocadillo con mostaza y jamón.
Kexp y la nieve me mantienen dentro de la bolsa de dormir.
Sueño a mis primas masticando cables,
la más pequeña pide un trago de leche para ablandar el cobre.
Hace años un dentista alabó mis dientes:
"Son tan fuertes como los de un potro". 
¿Eso es seducción?
La mujer del clima sugiere quedarse en casa mirando viejas películas de superhéroes. 
Los villanos de Spider-man son mi mejor álbum fotográfico.
El vecino grita que él se casará con Courtney Barnett.
No lo dice exactamente así.
Tal vez fue un nombre distinto pero en la radio suena "Are you looking after yourself?"
Termino de comer mi tarjeta de crédito.
Llamo a mis primas, les prometo el playmobil del Voyager.
¿Puedes imaginarme martilleando dentro de una tina llena de pulpos amarillos?


 [Traveler. Alex Colville.]


sábado, 22 de octubre de 2016

UN ENCUENTRO CASUAL. POR JOSÉ M. URDAY















Empieza a anochecer en Manhattan, la luz se desprende del horizonte a otros mundos. Llueve tenuemente sobre la ciudad, se respira un aire fresco. Luces LED aclaran un poco los espacios apagados  cerca al Washington Square Park, un día cualquiera en Greenwich Village.

Había oído hablar de un grupo de estudiantes, en su mayoría jóvenes escritores, que se reúnen en el Peculier. De modo simultaneo unas poetas locales habían organizado un ciclo llamado “Against the academy” que había llamado la atención de los lectores neoyorquinos, se rumorea un encuentro un tanto especial.

Cerca del Washington Square Park hay afiches y grafitis en los postes y muros de La Guardia. Son de lecturas anteriores, algunos ya cubiertos por conciertos de jazz, o alguna promoción en Dunkin’ Donuts.

Una tienda de cigarros interrumpe mi búsqueda, converso con el vendedor, me ofrece una nueva marca de tabaco proveniente de Salta, Argentina. Me cuenta que es muy popular entre los jóvenes, tiene dos clientas predilectas, lo han invitado a sus recitales de poesía y han compartido con él algún poema dentro de la tienda, pero él prefiere a los clásicos. Me animo a comprar una pequeña bolsa.

Al salir del establecimiento la oscuridad ha dominado por completo el cielo, pequeñas estrellas de todos los colores iluminan la ciudad agrupadas en constelaciones rectangulares, pero no encuentro a las poetas.

Me dirijo al oeste y encuentro un nuevo grafiti de “Against the academy”, en medio un afiche que dice “Esta noche”, ninguna fecha. La dirección es a 5 cuadras.

En medio de dos ruidosas discotecas encuentro el lugar con el número indicado, lo que parece la entrada del sótano del edificio. Toca la puerta una y otra vez, pienso en los afiches de otras lecturas, no es la misma dirección, puede que me haya equivocado, no anote el número. Se abre la puerta y sale un hombre con una casaca de cuero. Con movimientos torpes sube las gradas a la vereda, deja la puerta entreabierta.

Luces verdes y azules me dan la bienvenida, en el techo un payazo de McDonald’s me saluda junto a un grupo de niños obesos. Es un lugar chico, velas sobre las mesas son la única luz, luego de los focos que circundan el suelo del escenario y un tacho que proyecta en desordenadas secuencias diferentes colores sobre un guitarrista.

Termina su solo y da las gracias, algunos aplausos anuncian su salida. Un joven con lentes y el cabello largo atado en una cola de caballo toma el micro para anunciar una serie de presentaciones para la noche, hay más guitarristas, una cantante, una bailarina, y un dúo. Con la incertidumbre de saber si esto es todo lo que habrá esta noche espero pacientemente.

Primero una cerveza, luego un mojito, y un vaso de whisky aguanto hasta la media noche. Un tanto aburrido reviso mi celular, desde un par de horas se ha cruzado mi mirada con la de un par de chicas a 3 mesas de distancia. De pronto antes de poder revisar la última notificación, siento una mano en mi hombro.

Es una de las chicas de la otra mesa,  tiene el pelo castaño. Hacen una mueca sus labios, y con los ojos un tanto tímidos, esboza una ligera sonrisa. Me invita a que las acompañe.

Hablan de un tal Ted y una universidad. Apuestan a que vendrán algunos hombres enternados a calmar los celos de ese hombre. La apuesta es 20 gr. de marihuana. Me cuentan que les gusta Janis Joplin y The Smiths, frecuentan tiendas de discos y es la primera vez que se van a presentar aquí.

Les pregunto si ellas son el dúo del que hablaba el presentador, niegan con la cabeza y me indican que son un número extra. Intercambiamos opiniones sobre las presentaciones, ellas se muestran menos satisfechas, les han parecido totalmente aburridas. Han recorrido estas calles durante años y les parece que todo sigue siendo una constante repetición, prefieren buscar en años pasados. Una me muestra un tatuaje de una mujer fumando en su muñeca.

Les pregunto si tienen algún cigarrillo, me responden que tienen tabaco para liar. Sacan una bolsa con una bandera celeste y blanca. Escucho algunos rumores en español cerca de nuestra mesa de un par de varones que comparten algunos libros. Estoy a punto de pedirles sus nombres cuando señalan a mis espaldas una mesa del extremo más oscuro del local, me dicen que no voltee. Ha llegado uno de los amigos de Ted, la del cabello castaño gana la apuesta, termina la presentación del dúo y se despiden con un hasta luego mientras una jala a la otra para posarse sobre la pared al lado del escenario.

Sube el presentador, agradece al público por permanecer hasta esta hora y hace un anuncio. Han  invitado a esta noche a dos poetas locales, Valerie Seymour y Suzanne Foster. Baja suavemente la intensidad de las luces del escenario, y dos sombras acomodan sus bancas cerca del micrófono. Una de ellas saca de su cartera una libreta de notas un tanto vieja con un forro de cuero que se está haciendo pedazos.

Se prende el tacho con un tono violeta y discurren las palabras.